domingo, 1 de diciembre de 2013

Aislacionismo o intervencionismo en política exterior

Desde sus inicios, la política exterior de Estados Unidos osciló entre el aislacionismo (desentenderse de los conflictos mundiales) y el compromiso con determinados valores o aliazas, lo que implica el intervencionismo. Al igual que en otras revoluciones (la francesa y la rusa), la revolución americana se enfrentó a la necesidad de optar por desarrollar su ideario "en un solo país" o una "revolución permanente" expansionista que produzca el "contagio revolucionario". Cada una de las tendencias políticas que se disputaban la primacía en cada uno de los procesos revolucionarios optaron por salidas opuestas (jacobinos y girondinos, estalinistas y trotskistas).


La postura de las distintas tradiciones políticas estadounidenses se han denominado a partir de distintos presidentes (Hamilton, Wilson, Jefferson y Jackson). La tardía entrada de Estados Unidos en las guerras mundiales respondió a fuertes debates internos sobre la conveniencia o no de hacerlo, hasta que se impuso la postura intervencionista preconizada por los presidentes Woodrow Wilson y Franklin D. Roosevelt respectivamente (previamente, otro Roosevelt -Teddy-, también había impuesto su postura intervencionista, en este caso en la Guerra de Cuba).

Los Hamiltonianos comparten con el primer secretario del Tesoro la creencia en que un gobierno nacional fuerte y un ejército sólido pueden y deben promover el desarrollo económico y los intereses empresariales americanos, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Los partidarios de Wilson están de acuerdo con los Hamiltonianos en la necesidad de una política exterior global, pero ven la promoción de la democracia y los derechos humanos como las prioridades de una gran estrategia exterior americana. Los Jeffersionianos no están de acuerdo con este consenso globalista: quieren que los EEUU minimicen sus compromisos y, en la medida de lo posible, desmantelar el estado de seguridad nacional. Los seguidores de Jackson son los espectadores de las noticias de la Fox de hoy en día. Populistas que sospechan de los contactos empresariales de los Hamiltonianos, del buenismo de los Wilsonianos y de la debilidad de los Jeffersonianos. (The Cartes syndrome, citado en El poder blando )
Véase también Jeffersoniano, Jacksoniano, Jacobino, Girondino, Estalinista, Trotskista


Mientras que el Antiguo Egipto fue la mayor parte de su historia una potencia aislacionista; Roma o el Imperio persa fueron estados expansivos. China y Japón, las dos grandes civilizaciones del Extremo Oriente, se caracterizaron a lo largo de su historia por su aislacionismo. La perspectiva sinocentrista significaba un desprecio por todo lo extranjero, ante lo que no cabía expansión, sino contención (la política de la Gran Muralla). Cuando hubo la posibilidad de convertir a China en la protagonista de la era de los descubrimientos, se optó conscientemente por renunciar a ello. Se ha procurado encontrar explicaciones a ello desde las dinámicas socioeconómicas internas. La opción por un cierre total a toda influencia extranjera fue adoptada por Japón en el siglo XVI (en realidad se mantenía una mínima relación con comerciantes holandeses, y se admitía la introducción de dos artículos muy significativos: armas y libros).


Por su lado, Inglaterra también se enfrentó a un dilema similar. Tras la evacuación romana, los britanos se vieron enfrentados a la posibilidad de invasiones, primero la anglosajona (que se convirtió en la base mayoritaria de la población) y luego la constante amenaza de los norseman (daneses, vikingos o normandos), que terminaron por imponerse en 1066. Desde entonces no se han producido invasiones, pero sí amenazas serias (Felipe II -Armada Invencible-, Napoleón y Hitler). Desde su relativa seguridad y el dominio marítimo, Inglaterra jugó a mantener el equilibrio europeo en el continente, entendiendo que su interés es incompatible con el establecimiento de ninguna hegemonía (fuera española, francesa o alemana). En general, los asuntos europeos se ven con escepticismo (actualmente, con "euroescepticismo") desde una perspectiva que en el siglo XIX se bautizó como splendid isolation (splendide isolement, espléndido aislamiento):. Un titular periodístico de la época lo reflejaba con nitidez, ante un hecho banal: Tormenta sobre el Canal - El continente, aislado.

La política exterior española se enfrentó a ese dilema a comienzos del siglo XVI, terminada la Reconquista, y tras una Baja Edad Media en la que la Corona de Aragón se había expandido por el Mediterráneo y la de Castilla por el Atlántico. La política de los Reyes Católicos había insertado a su Monarquía en el ámbito de las relaciones internacionales de Europa occidental. Las Cortes de Castilla mostraron su recelo ante Carlos I, un joven rey extranjero, con pretensiones de iniciar una monarquía universal; el resultado fue la revuelta de las Comunidades, cuya derrota coincidió con la mayor expansión imperial de la historia del mundo. La decadencia española no significó una retirada del primer plano internacional, y España siguió siendo un agente de primer orden hasta el Congreso de Viena (1814). La marginación de España en aquella ocasión se debió en gran parte a la abrupta forma en que terminó la Guerra de Independencia, con una paz por separado que defraudó a los enemigos de Napoleón y no obtuvo más beneficio que la "liberación" de Fernando VII el Deseado. Sumida en sus propios enfrentamientos civiles, España no participó en ninguna de las guerras europeas a partir de entonces. La neutralidad en la Primera Guerra Mundial produjo crecimiento económico y desequilibrios sociales. La alineación de Franco con las potencias del Eje fue gestionada de manera lo suficientemente precavida (neutralidad benévola, División Azul, equilibrio entre las "familias del franquismo" en perjuicio de los "azules") como para no comprometerse en exceso y evitar compartir su caída, pero le costó un severo aislamiento internacional, agravado por la autarquía, del que sólo se salió penosamente a través de la firma de una alianza asimétrica con Estados Unidos y la apertura a Europa en forma de turismo y emigración. Durante la Transición, hasta la dimisión de Suárez (1981) no se planteó la entrada en la OTAN, que una vez efectuada, se demostró irreversible (Felipe González, que hizo campaña en contra y prometió un referéndum, pasó a hacer campaña a favor, consiguiendo la permanencia). La entrada en las Comunidades Europeas (1986) culminó la equiparación de España con el resto de las democracias occidentales.



Jeffersoniano / Democracia jeffersoniana


Jeffersoniano / Democracia jeffersoniana
Fue una de las dos tendencias, clubes o movimientos políticos de Estados Unidos de la última década del siglo XVIII y las tres primeras décadas del siglo XIX, identificable con el Partido Democrático-Republicano (Democratic-Republican Party), fundado por Jefferson, y que se alternaba en el poder con el Partido Federalista (Federalist Party), fundado por Alexander Hamilton, en lo que se conoce con el nombre de "primer sistema de partidos" (First Party System). Ideológicamente toma la república como forma de gobierno entendida como igualdad de oportunidades políticas, idealizando el modelo social del "granjero libre", "plantador" o "gente de las llanuras" (yeoman farmer, planters, plain folk). Su oponente político-social era el elitismo aristocrático de comerciantes e industriales; así como los trabajadores industriales. Lógicamente, también eran completamente opuestos a los partidarios del antiguo sistema de gobierno británico, idealizando sus pretendidos defectos (privilegios, corrupción, elitismo) contra las pretendidas virtudes republicanas (compromiso cívico). La división de ambos partidos ante la opinión pública quedó evidenciada por la oposición de los jeffersonianos al Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con los ingleses (llamado "Tratado Jay" de 1795), impulsado por Hamilton y que enfureció a los franceses, lo que llevó en 1797 al "Affaire XYZ" (aprovechado mediáticamente para cambiar la opinión pública de francófila a francófoba).

En el periodo siguiente (décadas centrales del siglo XIX), dividido en facciones el partido Democrático-Republicano, la alternancia política fue protagonizada por jacksonianos y whigs (segundo sistema de partidos).

Véase también Jacobinismo, Jacksoniano, Hamiltoniano-Wilsoniano

https://en.wikipedia.org/wiki/Jeffersonian_democracy
https://es.wikipedia.org/wiki/Yeoman
https://en.wikipedia.org/wiki/Jay_Treaty
https://en.wikipedia.org/wiki/XYZ_Affair
https://en.wikipedia.org/wiki/Plain_folks

Jacksoniano / Democracia jacksoniana


Jacksoniano / Democracia jacksoniana

Es un movimiento político que formó parte del llamado "segundo sistema de partidos" (Second Party System) de mediados del siglo XIX en  Estados Unidos, sucediendo al jeffersoniano. Se caracterizó por su búsqueda de una mayor profundidad de la democracia. Al faccionalizarse el Partido Democrático-Republicano de Jefferson en la década de 1820, los partidarios de Andrew Jackson formaron el Partido Demócrata (Democratic Party). Sus oponentes eran conocidos como Whigs (la misma denominación del partido político británico que suele identificarse con la denominación "liberal" en castallano). En todo el periodo siguiente, entre 1828 (elección como presidente de Jackson) y 1854, los jacksonianos se caracterizaron por su pretensión de superar la llamada "democracia jeffersoniana" con la llamada "democracia jacksoniana", a través de políticas igualitaristas que acabaran con lo que consideraban la monopolización del gobierno por las élites. Aunque los jeffersonianos se oponían a las élites hereditarias (la aristocracia o nobleza hereditaria), pero favorecían a las élites ilustradas. Los jacksonianos se oponían a dar ninguna preferencia a un ciudadano en función de su educación. Los Whigs continuaron la política jeffersoniana de promover las instituciones educativas (schools, colleges). Durante la era jacksoniana, el sufragio se extendió a la práctica totalidad de los varones adultos blancos.
En contraste con la era jeffersoniana, la jacksoniana promovió la fortaleza de la institución presidencial y del poder ejecutivo en perjuicio del legislativo (el Congreso), al tiempo que promovía la extensión de la participacipación pública en el gobierno. Exigieron que el nombramiento de los jueces fuera mediante elecciones y no por designación. Se reformaron muchas constituciones estatales para reflejar los nuevos valores políticos. Eran partidarios de la expansión territorial, justificada con la doctrina del "destino manifiesto" (Manifest Destiny). Mientras duró la era jacksoniana se conformó un consenso entre jacksonianos y whigs para evitar el conflictivo tema de la esclavitud, que a partir de 1850 (ya con el "tercer sistema de partidos"  -Third Party System-).
Se considera a la democracia jacksoniana como el fundamento de la tendencia progresista o populista de la política estadounidense que se prolonga a través del siglo XX (New Deal, Fair Deal, New Frontier, Great Society).

https://en.wikipedia.org/wiki/Jacksonian_democracy

Véase también Progresista, Populista, Hamiltoniano-Wilsoniano

Divide y vencerás (en el espacio)


Gobierno local / División espacial / Organización territorial / Demarcación / Municipio / Ayuntamiento / Commune/ Comarca / Departamento / Provincia / Región / Centralismo / Descentralización / Subsidiaridad

La división espacial u organización territorial es uno de los puntos clave de la actividad política. La administración de un territorio de menores dimensiones que el conjunto del Estado, a muy distintas escalas, desde el punto de vista de la relación entre gobernantes y gobernados, se denomina "gobierno local", aunque supere el nivel estricto de una "localidad" entendida geográficamente como núcleo singular de población. La administración territorial puede ejercerse de forma centralista (del centro hacia la periferia, subordinando las regiones a la autoridad central) o de forma descentralizada (con protagonismo de las entidades locales, que toman las decisiones autónomamente en su ámbito). El principio de subsidiaridad defiende que las decisiones han de tomarse en el ámbito de menor nivel en el que sean eficaces.

Las demarcaciones administrativas (o, en su denominación geográfica, entidades de población) se gobiernan mediante instituciones que tienen un mayor o menor grado de autonomía o dependencia de instituciones políticas de rango superior. La palabra "marca" significa "frontera" y se utilizó en el Imperio carolingio para denominar a los territorios fronterizos cuyo gobierno local se entregaba a un "marqués". Las demarcaciones interiores recibían las denominaciones de "condado" (el título de conde provenía de la aristocracia bajoimperial romana -comes-, como el de duque -dux, inicialmente el responsable de la defensa de las provincias fronterizas, mientras que en el Imperio germánico se utilizó la denominación herzog-). A partir de la división del Imperio carolingio se formaron, siguiendo la lógica descentralizadora del feudalismo, una interminable subdivisión de reinos, principados, condados, ducados, archiducados, etc., llegándose hasta la escala de la ciudad-Estado. El fracaso en la constitución de poderes universales (Papa y Emperador) llevó a la construcción de monarquías autoritarias que configuraron, en el paso a la Edad Moderna, los primeros Estados-nación en Europa Occidental (Portugal, España, Francia, Inglaterra). No obstante, durante todo el Antiguo Régimen pervivió el particularismo de múltiples demarcaciones locales que las formaban, debiéndose respetar sus peculiaridades jurídicas, fiscales o administrativas, defendidas por celosas instituciones regionales (Parlement, Generalitat). El absolutismo pretendió suprimir cualquier tipo de obstáculo al ejercicio directo del poder central sobre los súbditos, pero tal pretensión no se logró eficazmente hasta la Revolución francesa, que entendía que el ejercicio general de la soberanía nacional y el individual de la libertad necesitaba de la supresión de todas las excepciones y privilegios, que no se restringían a los locales, sino que se extendían a los gremiales y sobre todo a los estamentales (verdadero sustento social del particularismo en el Antiguo Régimen). El protagonismo de la commune de París y su Hôtel de Ville desde 1789 llevó al papel clave de las instituciones locales de dimiensión municipal en la administración local francesa, que se ejerció mediante prefecturas y departamentos que se trazaron explícitamente con criterios disolventes de la tradición, negando la existencia de las regiones históricas y denominándose por los accidentes geográficos.

En la historia antigua de España, el poblado indígena (generalmente un oppidum amurallado en una eminencia natural que domina su entorno) y la colonia (generalmente un puerto estratégico fácilmente defendible, como puede ser una isla cercana a la costa -Cádiz-) fueron los primeros ejemplos de gobierno local, asentándose su personalidad jurídica con los distintos niveles de la administración provincial romana (por ejemplo, el municipium). La Edad Media vio nacer en los reinos cristianos del norte el concejo abierto, sobre el que, en los núcleos más importantes, que obtenían fueros o cartas pueblas con los que se convertían en "señores colectivos" del alfoz o "tierra" circundante ("comunidades de villa y tierra"), se impuso el gobierno oligárquico de un patriciado urbano (regidores procedentes, según los casos, de una pequeña nobleza de caballeros -Ávila-, una aristocracia terrateniente -Sevilla- o una burguesía mercantil y artesanal -Barcelona-). El aumento del poder real llevó a la imposición de la presencia, sobre estos "regidores", de un "corregidor" nombrado por el rey (desde el siglo XV en la Corona Castilla y desde el XVIII, con los decretos de Nueva Planta, en la Corona de Aragón). La división provincial, ensayada desde las intendencias introducidas por Felipe V a comienzos del siglo XVIII, se conformó definitivamente con la propuesta de Javier de Burgos, ya con criterios propios de la Edad Contemporánea (1833). La Revolución liberal tuvo un destacado componente local desde la Guerra de Independencia (juntas locales, Cortes de Cádiz) y a lo largo de todo el siglo XIX fue piedra de toque entre "progresistas" y "moderados" la elección popular de los "alcaldes" y la creación de una "Milicia Nacional" de base municipal (la respuesta conservadora fue la creación de la "Guardia Civil", ambas instituciones tenían su precedente en la "Santa Hermandad" de la época de los Reyes Católicos). Las elecciones municipales de 1931 fueron el desencadenante de la proclamación de la II República. La configuración corporativa-organicista propia del franquismo utilizaba una tríada indoeuropea para la identificación de las unidades naturales de organización política (familia, municipio y sindicato), correspondiendo al gobierno local la segunda de ellas. Es significativo que en la Transición no se siguiera ese esquema (de lo local a lo nacional), sino el opuesto: primero se celebraron elecciones nacionales (1977), y solo tras la aprobación de la Constitución (1978) y la puesta en marcha del proceso autonómico se celebraron elecciones municipales (1979).

Véase también Administración, Concejo, Particularismo, Liberalismo español, Corporativismo-Organicismo, Autonomía, Federación, Forma de gobierno-Sistema político

https://es.wikipedia.org/wiki/Comarca
https://es.wikipedia.org/wiki/Comarcas_de_Espa%C3%B1a