martes, 24 de septiembre de 2013

Power to the people

Prometeo y Libertas comparten monumento
y antorcha en Dneprodzerzhinsk (Ucrania).

Prometeo privó a los dioses del monopolio del fuego al hacerlo común para los mortales. Eso es dar poder (power en inglés, que tanto significa "poder" en términos políticos como "potencia" en términos físicos -la cantidad de trabajo o energía que se emplea en una unidad de tiempo-). Tal regalo, o enseñanza, hace de Prometeo un héroe civilizador; e ilustra la capacidad humana para el desarrollo técnico: La difusión de "las luces" (que también es el programa de la Ilustración -y debiera serlo del sistema educativo-) hace más poderoso a cada hombre que a ellas accede, y le convierte en un agente transmisor ("viral" se dice en la sociedad de la comunicación), al tiempo que aumenta la capacidad de desarrollo de la entera sociedad humana (de cada uno de los grupos sociales y países donde se va produciendo y transmitiendo a otros por "transferencia tecnológica"). Es ese el mito griego que mejor expresa cómo compartir algo, en vez de disminuirlo lo aumenta (eso mismo se dice del amor). La igualdad, que en otros mitos y leyendas (el lecho de Procusto -o la campana de Huesca-) es vista como una nivelación castradora, queda aquí "potenciada" como un valor.

¿Obtener el poder proporcionó más libertad? Veamos: Tener poder permite convertir en realidad los deseos. Eso, por sí mismo, no da más libertad (como dejó claro Buda, que sólo ve  libertad -y felicidad- en la renuncia al deseo -pues ve el deseo como inevitable infelicidad y esclavitud, que encadena el alma a la cadena de reencarnaciones-). El gobernante absoluto, dueño de vidas y haciendas, no es más libre que el último de sus súbditos y esclavos (como argumentó Agustín -en su caso, porque sólo ve esclavitud en el pecado, y libertad en la redención cristiana-).

En cambio, el mito o leyenda que introduce como variable la "libertad de elegir" (expresión de Milton Friedman) tiene unos curiosos efectos: el genio de la lámpara no nos concede todos nuestros deseos, sino únicamente tres. Tenemos que elegir entre todos nuestros deseos cuáles queremos cumplir, estableciendo una jerarquía entre ellos (lo que en los cuentos lleva inevitablemente a un desastroso desequilibrio en el orden natural, produciendo situaciones que a nuestros efectos calificaré de injusticia y desigualdad). El totalitarismo implica la consecución de la perfección: el paraíso (y el infierno para todos los que no se conforman en ella). La política de lobbys en Estados Unidos implica de hecho la selección de un sólo deseo por un grupo: ¿quiero algo, una sola cosa? (por ejemplo, la libertad en el uso de armas, el matrimonio homosexual, la protección de la naturaleza, la seguridad de Israel, la regulación sindical de mi oficio...) pues debo renunciar a cualquier otro posible punto de programa político (no me deberé quejar si eso posterga la sanidad, la educación, lo que haga falta -he establecido mi jerarquía de deseos-) y presionaré con los que tienen mi mismo primer deseo (la forma canónica es vendiendo conjuntamente nuestro voto, lo que nos hace "poderosos" al obligar a tenernos en cuenta a los gobernantes y a los candidatos a serlo); la multiplicación de tales grupos, y su mutua limitación, convierte la democracia en un mercado en el que ninguno queda plenamente satisfecho, pero se consigue la convivencia al reconocerse todas las aspiraciones y abrir oportunidades.

En nuestros días y nuestro país asistimos a la pretensión de imposición de cierto deseo de un grupo que pretende auto-definirse como poseedor de un tal "derecho a decidir". ¿Nadie se da cuenta del engaño? Ya han decidido por ti que te veas como miembro de ese grupo o como ajeno a él. La decisión ya está tomada, no hay decisión posible, no hay libertad ni elección: ¡el grupo es la decisión, y la esclavitud!


Vulcano (la tecnología sumisa al poder) encadena a Prometeo ante un regocijado Mercurio (el dios de ladrones y mercaderes). Prometeo es contrafigura de ambos. Su delito es ser ladrón, pero no lucrarse, usar la techne, pero no someterse.
En las versiones más difundidas del mito, Hefaistos es ayudado en su tarea de verdugo por Cratos (la fuerza como poder -masculino-) y Bía (la fuerza como violencia -femenina-). Bía y Cratos son hermanos (hijos de Estigia y Palas -no Atenea, sino su "alter ego", cuyo nombre hereda tras provocar su muerte-) que forman parte del cortejo de Zeus (también Niké -la alada victoria- y Zelo -el fervor, la emulación o la rivalidad- son sus hermanos y pertenecen a tal cortejo).

Óleo de Dirk van Baburen (1623).
(Véase el dibujo de Henri Fuseli, donde aparece Bía y Cratos)
(Véase también el ciclo de Prometeo del pintor Christian Griepenkerl)