domingo, 5 de octubre de 2014

Ilustración / Aufklärung / Enlightenment / Enciclopedia / Luces / Siècle des lumières / Philosophes / Montesquieu / Voltaire / Rousseau / Kant

Goya, un ilustrado muy peculiar,
identifica los "monstruos" despertados
 por el "sueño de la razón".

Kant la define como la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad.

En el mundo germánico, el término es Aufklärung ("esclarecimiento"); en el mundo anglosajón es Enlightenment ("iluminación"), en Francia lumières (''luces").  Es la voluntad de iluminarlo todo con las luces de la razón, que no quede nada a oscuras, sacar a Veritas ("la verdad") del pozo donde se la había encerrado. En España, donde los "alumbrados" eran unos herejes del siglo XVI (humanistas a medio camino entre la tradición castiza de los cristianos nuevos y la importada de los protestantes), no se "iluminó" tanto ("iluminado" es un término con el que se identifca a un loco demasiado convencido de estar en posesión de la verdad, peligroso porque pretende imponerla sin importarle las consecuencias), y significativamente, se optó por "ilustrar", como si hubiera que conformarse con "sacar lustre", "dar brillo" (la Academia tenía como lema "limpia, fija y da esplendor"). Los amotinados de 1766 rompieron todos los "esquilaches" de Madrid (el alumbrado público que el odiado ministro italiano obligaba a mantener a los vecinos, además de prohibirles ir embozados -hoy hubiera prohibido el burka-).  En realidad, la etimología del latín illustrare también incluye el sentido "iluminar" o "sacar a la luz", pero se usa sobre todo para embellecer zapatos o manuscritos.

Los enciclopedistas franceses divulgaron por toda Europa una concepción de la sociedad política fuertemente influenciada por el sistema inglés: separación de poderes (teorizada por Montesquieu), tolerancia (teorizada por Voltaire -que, por otro lado, consideraba ejemplar la ciencia de Newton-) y la teoría del contractualismo social (que Rousseau recoge de Locke).

Los ilustrados pretendían someter a una crítica (enjuiciamiento) radical a todas las ideas e instituciones económicas, sociales y políticas. Eso afectaba a los privilegios estamentales (que consideraban un obstáculo al libre desarrollo del individuo y la sociedad según su novedosa idea de "progreso") o a las creencias religiosas (lo que denominaban "oscurantismo" o "superstición" -écrasez l'infâme, Voltaire-); obviamente también a la monarquía absoluta (sustentada en ambas), con lo que su posición ante el poder era delicada. Tales ideas eran objetivamente una ideología destinada a subvertir el Antiguo Régimen y defender los "valores burgueses". A pesar de ello, los ilustrados eran habitualmente miembros de los estamentos privilegiados y protegidos por los reyes, conscientes o no de tal contradicción (Todo para el pueblo, pero sin el pueblo). Kant plantea una imagen de un filósofo aparentemente inofensivo, calentándose ante el fuego (que también hizo Descartes), en una relación dialéctica, ambivalente, con el orden establecido (en cierto modo similar a las anécdotas de Diógenes -cuando pidió a Alejandro que no le tapara el sol y cuando debatió con Aristipo si era más humillante adular al poderoso o comer lechugas-).

El planteamiento optimista de la Ilustración es una confianza en el ser humano (optimismo antropológico), que está en la base de los planteamientos reformistas, especialmente en educación (el planteamiento de los enciclopedistas, como el del método científico de Bacon, era tremendamente ingenuo y optimista: aplicada la razón sin trabas en poco tiempo el hombre sería capaz de entender la naturaleza y dominarla -demonio de Laplace-, lo que también significaría llegar a entender y dominarse a sí mismo). Enfrentado a la revolución, el ilustrado se debate entre el idealismo (o coherencia intelectual) que lleva al radicalismo, y el pragmatismo (Goethe: prefiero la injusticia al desorden) que lleva al lampedusianismo.

http://www.alcoberro.info/planes/montesquieu.htm
Véase también Despotismo-Despotismo ilustrado, Filosofía y política, Educación y política, Ética y política, Religión y política, Liberalismo, Revolución francesa, Revolución inglesa, Americano-Revolución americana, Constitución, Capitalismo, Tolerancia, Progreso, Civilización-Buen salvaje, Poder, Moderado-Lampedusiano

2 comentarios:

  1. Al hilo de tu magnífico escrito, sería interesante plantear una especie de psicoanálisis de los usos del lenguaje. Los representantes del siglo de las luces se designan con palabras que se emparentan con luz o ilumunación, pero en España se utiliza ilustración e ilustrado, pues el iluminado es una especie de loco que puede llegar a ser peligrosos para los otros. En este sentido el lenguaje es “listo” y plantea una prevención muy razonable. No ocurre lo mismo con la palabra ilusión, por ejemplo. En la mayoría de las lenguas europeas ilusión está del lado de los falso o mentiroso (también en español utilizamos iluso para designar a alguien que cree fácilmente en fantasías). Pero el significado de ilusión en español tiende a tener unas connotaciones positivas que no parecen tener otras lenguas. Así pues los recién casados suelen decir a menudo que están muy ilusionados (queriendo decir que son muy felices).Y muy genéricamente la mayoría admite que una vida sin ilusión o ilusiones sería algo muy triste que no merecería la pena vivir.
    De las reflexiones anteriores podríamos deducir que los españoles desconfiamos sabiamente de los iluminados y, perversamente, adoramos en exceso las ilusiones.

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    1. Se dice que las últimas palabras de Goethe en su agonía fueron "¡luz, más luz!". Deberías hacer una entrada para "luz" en tu diccionario filosófico. Yo aquí te dejaré mis especulaciones.

      La luz se quiere para ver con claridad: para distinguir, para entender ("inteligir"); es decir, para lo contrario que la ilusión, que es un espejismo, un ver algo donde no está, una fascinación ("engaño o alucinación, atracción irresistible"). Lo has dicho muy bien: si hacemos el psicoanálisis al estereotipo nacional español, concluiremos que preferimos ser engañados con tal de no enfrentarnos a la verdad ("para lo que hay que ver"); o sea, que en realidad no nos engañan, sino que nos dejamos engañar, sabiendo lo que hacemos, como el toro que acude al engaño (el toro es nuestro animal totémico, y como dijo Dalí, jamás el toro de España pillará a Franco, porque es Don Tancredo, y no se mueve, haciéndonos creer que es una estatua de piedra). Preferimos tomar por inamovibles las cosas que no lo son (las supuestas "esencias"), mientras embestimos al trapo de la bandera ("España nos roba" -no hay lema más español-). Cualquiera que busque luces es sospechoso, como le dijo Unamuno a Ortega (vete allí con tu Kultura con "k", que aquí la luz eléctrica alumbra tan bien -puede que mejor incluso- que allí donde se inventó). El que traiga la luz es reo de hoguera, porque es "luciferino", como Lucifer o como Prometeo (ya te tengo comentado a este), y por eso a los alumbrados les pusieron la lumbre bien calentita. La luz deslumbra, porque es el rostro de Dios (Ego sum lux, veritas et vita), y lo único que un católico español ("luz de Trento, martillo de herejes, cuna de San Ignacio" -el papa negro-) puede pretender de ella es esperar que se haga (Fiat lux -fue lo primero que dijo Dios-), porque la luz de la gracia le llegará si no es desconfiado ("El condenado por desconfiado" era el que dudaba, el que no confiaba en alcanzar la salvación -"justificación", la polémica entre la fe y las obras, entre la predestinación y los méritos es un asunto muy "católico" y lleno de casuismos y jesuitismos). Como en los textos sagrados se puede encontrar una cosa y su contraria, también tenemos a Cristo invitando a poner la lámpara en un lugar bien visible, y no esconderla.

      La identidad de la luz con Dios parece tener sugestivos paralelos cuánticos, porque ambos (Cristo y la luz) tienen una dúplice naturaleza (onda y partícula, humana y divina) y una esquiva resistencia a ser conocidos (ambos nos dejan en la incertidumbre); pero contrariamente a Dios, parece que la luz tiene una velocidad limitada. Veremos.

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