La burguesía y el proletariado inglés protagonizando la Revolución Industrial en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 |
El liberalismo económico o "liberalismo clásico" es una doctrina económica surgida de la crítica al mercantilismo a partir de los mismos presupuestos ideológicos de la Ilustración y el liberalismo político. Tras el precedente de la fisiocracia francesa de mediados del siglo XVIII se desarrolla en la obra de Adam Smith (La riqueza de las naciones, 1776) y otros "liberales clásicos" (Jean Baptiste Say, Malthus, David Ricardo).
La definición por Marx del capitalismo era la de un modo de producción que sigue al feudal (cuando las fuerzas productivas ligadas al capital alcanzan un mayor desarrollo que el de las ligadas a la tierra), y que se basa en la explotación del trabajo de los que están desprovistos de toda propiedad excepto la de su propio trabajo (los proletarios) mediante la extracción de la plusvalía por los propietarios del capital o capitalistas (a diferencia del modo de producción feudal, donde los señores obtienen su renta de la extracción extraeconómica del excedente de los siervos -y ninguno de ellos, ni siervos ni señores, pueden definirse como "propietarios" de la tierra-).
El capital es trabajo acumulado y tiene varias formas (fijo, circulante); se concreta en las infraestructuras (carreteras, puentes, puertos, edificios), el equipamiento industrial (herramientas, vehículos, y especialmente las máquinas -protagonistas de la Revolución industrial-), las mercancías almacenadas (stocks); se simboliza en el dinero (y los diferentes medios de pago, que no por ser simbólico deja de ser decisivo, de hecho es un elemento tecnológicamente decisivo al potenciar los intercambios MV=PQ -ecuación de Irving Fisher-, mientras que el trueque "mercancía-mercancía" los estanca; cuando se pasa de "mercancía-dinero-mercancía" a "dinero-mercancía-dinero" se comienza un proceso que lleva a la economía financiera, en la que el "mercado de capitales" se transforma en un "mercado de dinero", "dinero-dinero" en el que la existencia real de las propias mercancías parece hacerse virtual). El salario, fijado por el mercado presionado por la existencia de un "ejército de reserva" de parados dispuestos a entrar en condiciones aún peores, es menor de lo que vale la fuerza de trabajo; además, los capitalistas se desentienden de la reproducción de la fuerza de trabajo (a diferencia del modo de producción esclavista, donde tal reproducción es asumida por el propietario de los esclavos). El análisis marxista se basaba en la teoría económica liberal clásica que había definido la ley de bronce de los salarios, pero consideraba al beneficio de los empresarios un elemento completamente legítimo (la diferencia entre el coste de producción y el precio de venta). De hecho, los clásicos (Say, Ricardo) consideraban que era el beneficio capitalista (más bien la renta del capital -la diferencia entre uno y otro exige la diferenciación entre empresario y capitalista, lo que no está claro en esa fase del desarrollo capitalista, a comienzos del siglo XIX-) el que estaba en desventaja, en este caso frente a la renta de la tierra (tierra, trabajo y capital son los tres factores de producción, cada uno de los cuales ha de ser participar del fruto de la producción a la que los tres contribuyen con la atribución de una renta, que los liberales entienden que ha de fijarse por la libre competencia en un mercado libre, obteniéndose así la más óptima asignación de los recursos -mano invisible-). Marx, en cambio, percibía que las crisis económicas (ciclos de creación y destrucción del capital) eran inevitables, parte consustancial al sistema; Hobson percibía al imperialismo ("fase superior del capitalismo" según Lenin) como el antídoto temporal a ese problema, al expulsar del mercado al capital o trabajo sobrante, restaurando la tasa de beneficio y manteniendo el nivel de los salarios. Pero eso convertía a las potencias capitalistas (definidas inicialmente como Estados nacionales con el tamaño idóneo para alojar un mercado nacional) en imperios competitivos que se veían impelidos a una expansión irrefrenable que conducía inevitablemente a la guerra.
El capitalismo "puro" se identifica con una clase de empresarios burgueses que arriesgan su capital en empresas privadas, particulares, individuales, enfrentada a un mercado libre que conduce a cada agente (el homo aeconomicus, desprovisto de cualquier otra motivación) a la mayor eficiencia empujado por la "mano invisible" (Adam Smith). Tal institución no ha tenido nunca existencia real, sino que es una abstracción o modelo económico. Toda disfunción, incluida la sucesión cíclica de crisis económicas advertida por Marx, es interpretada como una insuficiente libertad del mercado.
Full Monty es una reflexión del cine social británico sobre la destrucción de la sociedad industrial en la época de Thatcher |
En los años ochenta, el neoconservadurismo-neoliberalismo de Margaret Thatcher pretendió establecer una "sociedad de mercado", acabando con la preponderancia de los sindicatos en las relaciones laborales.
http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_bronce_de_los_salarios
http://en.wikipedia.org/wiki/Manchester_capitalism
http://en.wikipedia.org/wiki/Rhine_capitalism
http://es.wikipedia.org/wiki/Burgues%C3%ADa
http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluciones_burguesas
La crítica al dogmatismo determinista del materialismo dialéctico se realizó fundamentalmente desde el propio campo intelectual del materialismo histórico "marxiano", donde destacaron dos escuelas: la inglesa en torno a la revista Past and Present (con distintos enfoques, como el de E.P. Thompson, el de Perry Anderson y el de Eric Hobsbawn) y la francesa en torno a la revista Annales (especialmente con Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, Civilización material y capitalismo, cuyas ideas fueron desarrolladas por Inmmanuel Wallenstein, El moderno sistema mundial - La economía-mundo capitalista desde el siglo XVI).
La tradición en el capitalismo español es la dependencia del Estado y de las concesiones públicas, desde las manufacturas reales y las compañías privilegiadas de tradición mercantilista-borbónica y las obligaciones para el suministro de todo tipo de productos en el Antiguo Régimen.
http://es.wikipedia.org/wiki/Manufactura_real
http://es.wikipedia.org/wiki/Compa%C3%B1%C3%ADa_privilegiada
http://es.wikipedia.org/wiki/Obligado_(econom%C3%ADa)
https://es.wikipedia.org/wiki/Capitalismo_espa%C3%B1ol
... una clase extractiva muy voraz que conforma una enorme cédula de mando, a la manera soviética, una nomenklatura política, funcionarial y empresarial heredera del franquismo. La razón de la existencia de una elite tan poderosa sólo se entiende por el singular proceso de nuestra transición política, en un país en que los servicios esenciales han vivido siempre en régimen de monopolio, con empresas públicas o privadas controladas por el poder. Muchos antiguos franquistas, o sus descendientes, se encuentran hoy cómodamente instalados en estas empresas junto a algunas incorporaciones tardías de ex políticos de derecha o de izquierda. Es el mismo proceso que siguió hace dos décadas la Unión Soviética, con la privatización de sus recursos energéticos y industriales, hoy en manos de antiguos dirigentes comunistas. Este gran conglomerado de empresas de servicios, a pesar de estar privatizadas, continúa viviendo en régimen de monopolio, sin competencia, con la clientela secuestrada. Junto a las empresas de servicios, se encuentran las de construcción de obra pública, hoy en horas bajas por unos presupuestos restrictivos, pero aún poderosas y, finalmente, las entidades financieras, presentes en el accionariado de los dos grupos anteriores. Este es el núcleo duro del empresariado español, una familia que para conseguir beneficios no necesita dominar idiomas ni ser competitiva, le basta con la complicidad mafiosa de sus parientes cercanos, políticos, altos funcionarios, periodistas y jueces. Los empresarios de verdad, los que son capaces de crear industrias competitivas, los que exportan y generan riqueza, son una minoría mal vista, sin poder real, pájaros cantores en un aviario de rapaces. (Jaume Grau)
"Capitalismo castizo" o "capitalismo concesional" (Xavier Fageda -El precio de la foto, Salvados, La Sexta-, diciembre de 2013, Sala y Martín, La Vanguardia, octubre 2012, César Molinas, El País, marzo 2012 -véase reseña de su libro de 2013-).
Ignacio Sotelo, La tercera fase del capitalismo - El poderío financiero necesita poca mano de obra y amenaza a la democracia, El País, 11 de marzo de 2014.
Antonio Escohotado, Los enemigos del comercio - Una historia moral de la propiedad, (ídem, selección) Los enemigos del comercio - Fuente y dinámica del movimiento comunista, Los enemigos de la realidad (presentación en conferencia)
La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario. Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar. Sustituyó, para decirlo de una vez, un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación. Hasta que ella no lo reveló no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre. La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas. La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás. (Carlos Marx, Manifiesto comunista).
Jordi Sevilla, Neo postcapitalismo, o así (El Periódico, 30 de mayo de 2021):
Estamos ante otra refundación del capitalismo que impulsa un nuevo reparto de tareas entre estado y empresas.
No estas al día si no introduces en tu conversación palabras como stakeholders, ODS, impacto, ESG, intangibles o, incluso, multicapitalismo. Y no es una moda, sino una descripción (un 'relato') del nuevo modelo económico global que se está imponiendo en el mundo de hoy. Hablo de una corriente revisionista que viene impulsada desde el Foro de Davos ('Stakeholders Capitalism', Klaus Schawab); el Business Roundtable (las 180 mayores corporaciones norteamericanas); o el Global Steering Group for Impact Investment, ('Impact', Sir Ronald Cohen) cuya sección española es el Spainnab.
Una de las características más reseñables del sistema capitalista ha sido su elevada capacidad de transformación, adaptación o resiliencia, que ha dejado en muy mal lugar a los sucesivos apóstoles de su inevitable "crisis y derrumbe final" como consecuencia de sus "insolubles contradicciones internas". Y no me refiero solo a los marxistas escolásticos. Alguien tan alejado de esta ideología como Schumpeter, se preguntó en 1942 si podría sobrevivir el capitalismo y su respuesta, en un libro clásico, fue que no lo creía posible ya que moriría fruto de su propio éxito al no ser capaz de satisfacer las expectativas que había creado.
Carlos Marx, en su obra canónica 'El Capital' (I tomo 1867) definió el capitalismo industrial frente al feudalismo agrícola, como un sistema basado en cuatro pilares: propiedad privada de los medios de producción; obtención del mayor lucro privado posible, como objetivo y la competencia de mercado como método y, por último, la transformación de la fuerza de trabajo en una mercancía más, propiedad de los trabajadores, que se compra y se vende en el mercado.
A principios del siglo XX, tanto Sombart como Weber definieron lo que llamaron "el capitalismo moderno" como aquel que incluye normas y principios éticos que otorgan legitimidad a buscar el lucro privado y ello le hacía diferente al anterior capitalismo "aventurero". En 1910, es un marxista, Hlferding, quien habla del nuevo "capitalismo financiero" al incluir el crédito en las ecuaciones de inversión y consumo lo que otorga un peso extraordinario a los bancos en la economía e, incluso, en la propiedad de las empresas.
Sobre esta idea, en 1916 Lenin escribe sobre 'El imperialismo, fase superior del capitalismo' como la nueva etapa en la que la dinámica competitiva del mercado acaba en fuertes oligopolios que se expanden por el mundo buscando mercados, beneficios y materias primas.
El éxito de la revolución rusa (1917) y la crisis de 1929 parecían darle la razón a quienes venían pronosticando el fin del capitalismo. Tuvimos que esperar al final de la II Guerra Mundial y a la posterior guerra fría entre bloques, para entrar en otra fase del capitalismo basado en las doctrinas de Keynes y con el ejemplo adelantado de lo que representó el llamado 'New Deal' del presidente Roosevelt que utilizó en los treinta el estado como instrumento económico y social para contrarrestar los problemas derivados de la inestabilidad intrínseca a un sistema económico de capitalismo liberal basado en la decisión individual de miles y miles de agentes económicos que, de manera cíclica, no cuadran entre sí y provocan crisis periódicas.
Fue el Estado de Bienestar, también llamado capitalismo social de mercado e, incluso, neo capitalismo. Y respondió a una doble necesidad: la generalización de la producción en serie, que obligó a mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores para potenciar un mercado interno de consumo, y una operación política para integrar a la clase obrera ofreciendo un nuevo capitalismo donde se cumplieran muchas de sus aspiraciones para apartarla de la tentación de un comunismo representado por la URSS, que entonces, todavía parecía atractivo. Sobre estas premisas, se efectuó el mayor y más exitoso pacto social y político entorno a dos principios comunes: crecer y repartir.
Para ello, se potenciaba el papel de los sindicatos en la negociación de las condiciones de trabajo, incluyendo los salarios (predistribución) y luego se delegó en el Estado la responsabilidad de regular la actividad económica para suplir los llamados "fallos del mercado"; el poner en pie tres seguros colectivos públicos (sanidad, desempleo, vejez) y asegurar la igualdad de oportunidades utilizando los instrumentos de la redistribución de renta (impuestos progresivos, inversión pública en educación). Dentro de ese pacto social, la responsabilidad de las empresas era crear empleo de calidad y pagar impuestos en el país, por tanto, tenía sentido defender la idea de "empresas de shareholders" cuyo único objetivo era, como dijo Friedman, maximizar el beneficio para los accionistas.
En paralelo con las iniciativas demócratas en EEUU, de la New Frontier (Kennedy) y la Great Society (Johnson), representa uno de los periodos más largos y brillantes de la evolución social, aunque limitado a los países desarrollados, menos de un tercio de la población mundial que, además, disfrutaban de un sistema democrático.
Globalización
Quizá por los excesos cometidos después de casi cuarenta años, en el tramo final de los años 70 del siglo pasado empezó a imponerse, con Reagan y Thatcher una contrarrevolución neoliberal, llamado por algunos retrocapitalismo, que pretendía acabar con el modelo de bienestar. Para ello, se dinamitó tres de sus piezas esenciales: se debilitó a los sindicatos, se redujo el papel del Estado (desregulación y privatizaciones) y se desmontó el sistema progresivo de impuestos directos sobre las rentas del trabajo, del capital y los beneficios de las empresas como modo de ir reduciendo el gasto público ("el Estado es el problema", llegó a decir Reagan).
Junto a ello se impulsó una globalización que permitía deslocalizar geográficamente la producción y, a ricos y empresas, el pago de impuestos. Todo ello, acabó conduciendo a la crisis financiera de 2008, a la crisis climática y al auge del populismo como reacción al debilitamiento del papel protector del Estado nacional y a una globalización que reducía empleos de calidad en el primer mundo y, con ello, incrementa una desigualdad que atasca el ascensor social y frustra las expectativas de los jóvenes.
En esta situación de desánimo social, con los riesgos que ello conlleva en términos de revueltas y deterioro de la democracia, surge el nuevo movimiento de "stakeholder capitalism" que, yendo mucho más lejos que las teorías sobre la responsabilidad social corporativa, impulsa un nuevo reparto de tareas entre estado y empresas, en las responsabilidades de cada uno ante los problemas sociales en el nuevo contexto global. Un nuevo enfoque que asume la existencia simultánea de "fallos de mercado" y de "fallos del estado" para focalizar las tareas de lo público en la regulación y el control, mientras deriva hacia las empresas globales una parte de las tareas relacionadas con mantener la cohesión social y combatir el cambio climático.
De acuerdo con ello, las empresas deben tener beneficios, porque si no, desaparecen, pero su objetivo, explicitado en su propósito, es integrar los intereses de todos sus stakeholders: accionistas, trabajadores, clientes, proveedores y sociedad en general.
Estamos, pues, ante otra refundación del capitalismo, basada en dos premisas (según Ronald Cohen): superar viejos antagonismos para alinear a las empresas y al estado trabajando en armonía y alinear la obtención del beneficio privado con el respeto al medio ambiente y el compromiso con los beneficios sociales medibles de sus acciones de impacto.
Véase también Economía y política, Liberalismo, Marxismo, Neoliberalismo-Neoconservadurismo, Estado-Estado del bienestar, Hombre-Rostro humano, Movimiento obrero, Mercantilismo-Proteccionismo-Librecambismo
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